EL SILENCIO DE LOS GENES Y DE LOS GENIOS
Jorge
Vázquez Gómez
TECNOLOGÍA TERMINATOR, UNA AMENAZA A LA SEGURIDAD
ALIMENTARIA MUNDIAL.
En 1865 Gregor Mendel publicó las bases genéticas de plantas, animales
y humanos usando al chícharo común para explicar sus ensayos y resultados y dar
inicio a lo que se llamaría el mejoramiento moderno de las plantas usando la
genética mendeliana.
Hacia 1908 George Shiell descubrió la hibridación al cruzar dos plantas
lejanamente emparentadas cuya descendencia (hijos o F1) eran superior a sus
padres y a esto le llamó Vigor Hibrido capaz de producir más. Pero si la
semilla cosechada de las F1 vuelve a cultivarse entonces su rendimiento decae.
Por lo cual no se recomienda sembrar a la descendencia de los híbridos F1, más
bien debe volverse a adquirir y cruzar nuevamente los progenitores originales.
Esta mejora genética (hibridación) empezó a conculcar la tradición
milenaria de los productores de conservar sus semillas año tras año, para
producir sus alimentos. Pero además estas semillas mejoradas hibridas tuvieron
dueños vía patentes y había que pagar por ellas y empezaron a ser dependientes
de las empresas abastecedoras.
Este intercambio de polen entre planas se da en forma natural desde
siempre, sin embargo la propia naturaleza se encarga de seleccionar aquellas
que has de permanecer o desaparecer si sus características que no permiten su
sobrevivencia.
Pero este cruzamiento (hibridación) y selección natural son más bien
escasos y ocasionales y lleva muchos años para que se den y solo aparecen
relativamente pocos ejemplares, a menos que se de la intervención del hombre
para detectarlos y propagarlos.
En 1996, aparecen en la escena mundial los llamados cultivos
transgénicos, cuya tecnología permite el transferir a una planta genes extraños
a su genoma provenientes de plantas de otras especies distintas, incluso de
genes provenientes de animales y humanos y esta tecnología abre las puertas
para el intercambio genético entre los tres reinos existentes, incluyendo los
microorganismos diminutos.
Sin embargo, esta transferencia de genes entre especies, géneros y
reinos diferentes, realizados por transgénesis, la naturaleza nunca las hará.
Pero además la metodología transgénica permite que tal modificación genética sea
rápida, contrario al largo tiempo que la naturaleza le lleva producir una nueva
planta con distinto genoma. Pero en este tiempo, la propia naturaleza se
encarga de eliminar aquellos desvíos genéticos o errores presentados y solo
selecciona a las plantas superiores capaces de sobrevivir en el medio en que se
dio la modificación de su genotipo.
Es más, el mejoramiento genético mendeliano moderno, le lleva en
promedio 8 años en obtener un nuevo maíz, pero en este tiempo los
investigadores tienen la oportunidad de descubrir algún riesgo oculto que ponga
en peligro al cultivo y pueden eliminarlo evitando así que al ser masificados
ocasionen grandes daños por diseminar genes ocultos que afecten negativamente a
la planta como tal o al rendimiento de cosechas.
Por el contrario la tecnología transgénica es tan rápida que tiene un
alto riesgo de diseminar genes dañinos, tal como ya se dio con la canola (colza)
en Canadá y Estados Unidos, por la cual Monsanto (dueña del cultivo
transgénico), se vio obligada a recoger la semilla y destruir los plantíos en
desarrollo y pagar por el daño cometido. Y este error genético fue detectado a
tiempo, pero que pasará con el fenómeno llamado el silencio de los genes, el
cual se lleva mucho más tiempo en presentarse, pero cuando se manifiesta el
posible daño estará extendido e irreversible, en el propio cultivo o en los
consumidores finales: las familias.
Hoy, son ya comunes los cultivos transgénicos en maíz, tomate, algodón,
canola y en el salmón, un pez de clima frio. En las plantas solo han sido
implantados dos genes específicos: para producir sus propias defensas (venenos)
que maten a ciertas plagas y para tolerar un herbicida a base glifosato, que no
le provocan daño, pero si a la maleza que crece asociada al cultivo. Si bien se
anuncia nuevas plantas transgénicas que traerán más transgenes que le permitirá
a las plantas producir en suelos pobres, suelos ácidos, fijarán su propio
nitrógeno o resistirán a la sequía. Más adelante se incorporarán genes para
mejorar la calidad nutricional del grano y otros muchos rasgos que esperamos
sean de gran beneficio en alimentar al mundo.
Pero ¿estos nuevos cultivos transgénicos serán totalmente inocuos para
los consumidores?, ¿el llamado silencio de los genes estará totalmente
controlado que de manifestarse no ocasionarán daños a los consumidores?¿el
mayor número de transgenes incorporados no tendrán efectos de sinergia o
antagonismo que produzcan sustancias o reacciones no previstas que afecten al
propio cultivo o a los consumidores. ¿Darán las compañías dueñas la total
certeza que esto no sucederá?, ¿y si no?.
EL SILENCIO DE LOS GENIOS
Hasta ahora, los pocos genes incorporados a los cultivos transgénicos
no han ocasionado síntomas dañinos a los consumidores, si bien hay
investigaciones que demuestran serios daños a los ratones alimentos toda su
vida con granos transgénicos. Si bien tales resultados son cuestionados y la
controversia se mantiene, los granos transgénicos particularmente el maíz sigue
vendiéndose para consumo animal, pero es evidente que muchas familias lo usan
en sus alimentos diarios vía tortilla o masa, elote y otros muchos derivados.
Y México, por la incapacidad del gobierno en producir suficiente maíz
(y otros cultivos) importamos grandes volúmenes del grano 10 millones de
toneladas en 2012 del cual el 65% es transgénico y los mexicanos somos los
ratones de laboratorio para las compañías dueñas de esas semillas, para ver si
efectivamente, ocasionan daños a los consumidores, humanos o animales domésticos.
Mientras se comprueba la inocuidad o no de los transgénicos, esto llevaría más
tiempo, en tanto lo seguiremos consumiendo como alimento.
Pero el riesgo de los transgénicos no para aquí, el otro está en el gen
terminator que hace estéril a las
semillas implantadas, que impide su germinación y esto obliga a los productores
a comprarlos año tras año por siempre para producir sus alimentos. Y que este
gen esterilizador se transmite por el polen e infecta a otras plantas
volviéndolas infértiles.
Tal efecto dañino tiene otro problema aparejado, que la semilla fértil
tiene dueño y hay que pagar para cultivarla, pero además se paga por los
insumos asociados (herbicida específico) y por la tecnología requerida y todo
este paquete es caro, no está al alcance de los campesinos pobres y además en
caso de pérdida por heladas, sequía, inundaciones, vientos u otro factor el
productor paga las consecuencias, a menos que esté asegurado, algo que no hacen
los pequeños productores por falta de dinero.
Pues bien, llama la atención, que en la controversia del uso de
transgénicos, el grueso de los comentarios en contra o a favor se centre en el daño a los consumidores. Esto
es correcto, no es para menos el enorme riesgo. Otras opiniones de los genios se
dirigen al daño a la biodiversidad, particularmente enfocados a la vida
silvestre animal, pero nadie o casi nadie señala el riesgo tan grande del gen terminator al controlar la producción y
seguridad alimentaria del mundo y concentrarla en pocas manos, cuyas empresas,
particularmente Monsanto, no son éticos en su afán de hacer negocios*.
Inexplicablemente los genios y experto agrícolas, ecologistas y otros
no abordan en extenso tal problema.
*Para más información ver: Revista virtual “Ecologistas en Acción No 15”
vazquez_gomezj@hotmail.com
Más artículos en: www.vazquezgomezj.blogspot.mx
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