lunes, 8 de abril de 2013


EL SILENCIO DE LOS GENES Y DE LOS GENIOS
Jorge Vázquez Gómez


TECNOLOGÍA TERMINATOR, UNA AMENAZA A LA SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL.

En 1865 Gregor Mendel publicó las bases genéticas de plantas, animales y humanos usando al chícharo común para explicar sus ensayos y resultados y dar inicio a lo que se llamaría el mejoramiento moderno de las plantas usando la genética mendeliana.

Hacia 1908 George Shiell descubrió la hibridación al cruzar dos plantas lejanamente emparentadas cuya descendencia (hijos o F1) eran superior a sus padres y a esto le llamó Vigor Hibrido capaz de producir más. Pero si la semilla cosechada de las F1 vuelve a cultivarse entonces su rendimiento decae. Por lo cual no se recomienda sembrar a la descendencia de los híbridos F1, más bien debe volverse a adquirir y cruzar nuevamente los progenitores originales.

Esta mejora genética (hibridación) empezó a conculcar la tradición milenaria de los productores de conservar sus semillas año tras año, para producir sus alimentos. Pero además estas semillas mejoradas hibridas tuvieron dueños vía patentes y había que pagar por ellas y empezaron a ser dependientes de las empresas abastecedoras.

Este intercambio de polen entre planas se da en forma natural desde siempre, sin embargo la propia naturaleza se encarga de seleccionar aquellas que has de permanecer o desaparecer si sus características que no permiten su sobrevivencia.

Pero este cruzamiento (hibridación) y selección natural son más bien escasos y ocasionales y lleva muchos años para que se den y solo aparecen relativamente pocos ejemplares, a menos que se de la intervención del hombre para detectarlos y propagarlos.

En 1996, aparecen en la escena mundial los llamados cultivos transgénicos, cuya tecnología permite el transferir a una planta genes extraños a su genoma provenientes de plantas de otras especies distintas, incluso de genes provenientes de animales y humanos y esta tecnología abre las puertas para el intercambio genético entre los tres reinos existentes, incluyendo los microorganismos diminutos.

Sin embargo, esta transferencia de genes entre especies, géneros y reinos diferentes, realizados por transgénesis, la naturaleza nunca las hará. Pero además la metodología transgénica permite que tal modificación genética sea rápida, contrario al largo tiempo que la naturaleza le lleva producir una nueva planta con distinto genoma. Pero en este tiempo, la propia naturaleza se encarga de eliminar aquellos desvíos genéticos o errores presentados y solo selecciona a las plantas superiores capaces de sobrevivir en el medio en que se dio la modificación de su genotipo.

Es más, el mejoramiento genético mendeliano moderno, le lleva en promedio 8 años en obtener un nuevo maíz, pero en este tiempo los investigadores tienen la oportunidad de descubrir algún riesgo oculto que ponga en peligro al cultivo y pueden eliminarlo evitando así que al ser masificados ocasionen grandes daños por diseminar genes ocultos que afecten negativamente a la planta como tal o al rendimiento de cosechas.

Por el contrario la tecnología transgénica es tan rápida que tiene un alto riesgo de diseminar genes dañinos, tal como ya se dio con la canola (colza) en Canadá y Estados Unidos, por la cual Monsanto (dueña del cultivo transgénico), se vio obligada a recoger la semilla y destruir los plantíos en desarrollo y pagar por el daño cometido. Y este error genético fue detectado a tiempo, pero que pasará con el fenómeno llamado el silencio de los genes, el cual se lleva mucho más tiempo en presentarse, pero cuando se manifiesta el posible daño estará extendido e irreversible, en el propio cultivo o en los consumidores finales: las familias.

Hoy, son ya comunes los cultivos transgénicos en maíz, tomate, algodón, canola y en el salmón, un pez de clima frio. En las plantas solo han sido implantados dos genes específicos: para producir sus propias defensas (venenos) que maten a ciertas plagas y para tolerar un herbicida a base glifosato, que no le provocan daño, pero si a la maleza que crece asociada al cultivo. Si bien se anuncia nuevas plantas transgénicas que traerán más transgenes que le permitirá a las plantas producir en suelos pobres, suelos ácidos, fijarán su propio nitrógeno o resistirán a la sequía. Más adelante se incorporarán genes para mejorar la calidad nutricional del grano y otros muchos rasgos que esperamos sean de gran beneficio en alimentar al mundo.

Pero ¿estos nuevos cultivos transgénicos serán totalmente inocuos para los consumidores?, ¿el llamado silencio de los genes estará totalmente controlado que de manifestarse no ocasionarán daños a los consumidores?¿el mayor número de transgenes incorporados no tendrán efectos de sinergia o antagonismo que produzcan sustancias o reacciones no previstas que afecten al propio cultivo o a los consumidores. ¿Darán las compañías dueñas la total certeza que esto no sucederá?, ¿y si no?.

EL SILENCIO DE LOS GENIOS

Hasta ahora, los pocos genes incorporados a los cultivos transgénicos no han ocasionado síntomas dañinos a los consumidores, si bien hay investigaciones que demuestran serios daños a los ratones alimentos toda su vida con granos transgénicos. Si bien tales resultados son cuestionados y la controversia se mantiene, los granos transgénicos particularmente el maíz sigue vendiéndose para consumo animal, pero es evidente que muchas familias lo usan en sus alimentos diarios vía tortilla o masa, elote y otros muchos derivados.

Y México, por la incapacidad del gobierno en producir suficiente maíz (y otros cultivos) importamos grandes volúmenes del grano 10 millones de toneladas en 2012 del cual el 65% es transgénico y los mexicanos somos los ratones de laboratorio para las compañías dueñas de esas semillas, para ver si efectivamente, ocasionan daños a los consumidores, humanos o animales domésticos. Mientras se comprueba la inocuidad o no de los transgénicos, esto llevaría más tiempo, en tanto lo seguiremos consumiendo como alimento.

Pero el riesgo de los transgénicos no para aquí, el otro está en el gen terminator que hace estéril a las semillas implantadas, que impide su germinación y esto obliga a los productores a comprarlos año tras año por siempre para producir sus alimentos. Y que este gen esterilizador se transmite por el polen e infecta a otras plantas volviéndolas infértiles.

Tal efecto dañino tiene otro problema aparejado, que la semilla fértil tiene dueño y hay que pagar para cultivarla, pero además se paga por los insumos asociados (herbicida específico) y por la tecnología requerida y todo este paquete es caro, no está al alcance de los campesinos pobres y además en caso de pérdida por heladas, sequía, inundaciones, vientos u otro factor el productor paga las consecuencias, a menos que esté asegurado, algo que no hacen los pequeños productores por falta de dinero.

Pues bien, llama la atención, que en la controversia del uso de transgénicos, el grueso de los comentarios en contra o a favor  se centre en el daño a los consumidores. Esto es correcto, no es para menos el enorme riesgo. Otras opiniones de los genios se dirigen al daño a la biodiversidad, particularmente enfocados a la vida silvestre animal, pero nadie o casi nadie señala el riesgo tan grande del gen terminator al controlar la producción y seguridad alimentaria del mundo y concentrarla en pocas manos, cuyas empresas, particularmente Monsanto, no son éticos en su afán de hacer negocios*.

Inexplicablemente los genios y experto agrícolas, ecologistas y otros no abordan en extenso tal problema.

 

*Para más información ver: Revista virtual “Ecologistas en Acción No 15”


 

vazquez_gomezj@hotmail.com

Más artículos en: www.vazquezgomezj.blogspot.mx

 

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