jueves, 30 de agosto de 2012

ARTÍCULO: COMO ATIENDEN LAS INSTITUCIONES A LA POBREZA
Jorge Vázquez Gómez

Imaginemos a un nuevo funcionario, designado por amistad o favores políticos, le asignan, por seis años, un automóvil, elegante, poderoso, de calidad tradicional reconocida, un Cadillac o Rolls Royce, pero defectuoso por su mal uso. Su única responsabilidad es mantenerlo funcionando bien y que no de problemas. Tiene un defecto con su tableta electrónica, un chip de la computadora tiene un corto (pero ellos no lo saben), arranca, pero no desarrolla toda su potencia, de repente se apaga o va demasiado lento. No lo puede cambiar y tiene que trabajar con el. Junto al vehículo, recibe una lista de talleres donde puede enviarlo a reparación, son los únicos autorizados. Le asignan un presupuesto suficiente para mantenimiento y a varios asistentes para su operación.
El funcionario que no sabe de mecánica, ni electrónica automotriz, le pide a uno de sus asistentes que lleve el vehículo a uno de los talleres autorizados. Y este lo lleva con su amigo el llantero y este que solo sabe su oficio, no quiere dejar la oportunidad de hacer negocio y le cambia llantas elegantes, con rines de aluminio de lujo, manda cambiar balatas y le deja buenos frenos y entrega el carro con su respectivo cobro. El asistente lleva el vehículo, con las fallas usuales y le dice a su patrón, que el taller no pudo corregirle la falla perlo lo dejó con buenos frenos y llantas de lujo y está seguro para cuando pueda desarrollar toda su potencia.
El funcionario acepta de mala gana pero ante los problemas decide enviarlo a otro taller de la lista y el asistente ahora lo lleva a un mecánico de motores, este le baja el motor, le cambia piezas y le hace ajustes, lo monta y lo entrega. Ahora el carro tiene motor nuevo y revisado en las partes complementarias. Nuevamente lleva el coche arreglado, que según el mecánico está bien. Pero la falla sigue y vuelve a enviarlo a otro taller, pero ahora es de hojalatería y allí le quitan los golpes, lo pintan y lo ponen más bonito y elegante. Como tampoco se corrigieron los defectos, lo envían al taller eléctrico donde le revisan y cambian el cableado, el alternador, acumulador, las punterías y le dejan todo el sistema eléctrico bien. Pero el carro sigue fallando y así sucesivamente con el taller de afinación, sistema de enfriamiento, las vestiduras, alineación y balanceo, etc. Total que el carro quedó como nuevo, pero con sus fallas originales.
Entonces alguien le dice al funcionario porqué no lo envía al taller donde saben de sistemas electrónicos y el contesta que no, porque no está en la lista de los autorizados o porque pertenece a la competencia (otro partido) y no quieren tratos con él. Bajo esta premisa el vehículo sigue fallando, a pesar del enorme gasto realizado y el tiempo corrió y tiene que entregarlo a su sucesor.
El funcionario cuando rinda su informe sobre el coche no tiene más que decir para justificar el presupuesto gastado que hizo esfuerzos por corregir el fallo, que el vehículo se mejoró, porque tiene llantas nuevas, está pintado, con vestiduras nuevas, el sistema eléctrico nuevo, el motor nuevo, etc., pero que el coche sigue fallando y queda mucho por hacer.
Nunca encontró la solución porque se hicieron arreglos que no eran los correctos, porque nunca supieron que tenía y no buscaron el mecánico apropiado y obvio el funcionario nunca supo ni entendió como funciona un vehículo, cuales son sus partes y quien es el técnico que sabía del problema y su solución.
LA POBREZA COMO UN AUTOMÓVIL
Ahora imaginemos a un funcionario (Presidente, Secretario o Gobernador) que designa a sus colaboradores para conducir a una dependencia que a manera del carro, tiene fallas. Y el Secretario, desconocedor de su función no conoce el problema de la pobreza, como funciona, cuales son las causas o partes que lo componen y por lo tanto no sabe que hacer para corregirla. Hecha a mano de los otros funcionarios y asistentes que tampoco saben  de la pobreza, englobados en el Programa Especial Concurrente (PEC) porque no tiene de otra y por ello la pobreza permanece y hasta crece. 
Así, se observa el pensar y actuar de los responsables en cuanto a su comprensión y combate a la pobreza en México. Al igual que el caso imaginario del carro, la mayoría de los funcionarios no saben gran cosa de ella y por lo mismo actúan por ocurrencias y realizan acciones complementarias de ornato, que solo buscan sobrellevar el problema, pero no lo resuelven porque no saben que hacer. Pero se rehúsan a incorporar expertos y académicos porque estos no son de su partido, ni aceptan actos demagógicos, mucho menos engañar a la sociedad. Obviamente no todos los funcionarios, hay excepciones.
Bajo esta premisa, la política aplicada busca atender a la pobreza creando programas como oportunidades, apoyo a la alimentación y educación, agua entubada, drenaje, mejoramiento de la vivienda, piso firme, caminos rurales, empleo temporal, seguro popular, apoyo a la tercera edad y otra retahíla de acciones en agricultura, tenencia de la tierra, economía, de escaso impacto en sus propósitos, entre otros.
Tales acciones, ciertamente coadyuvan en aliviar y sobrellevar la pobreza, crean condiciones para mejorarla, pero no la resuelven de raíz porque no atacan las causas que la provocan; algunos funcionarios porque las desconocen y otros porque no saben como hacerlo, tal es el caso de los llamados “ninis”. (ni saben, ni trabajan con eficacia).
Por ello la pobreza crece en vez de disminuir a pesar de los multimillonarios presupuestos anuales asignados vía el PEC.                        

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